Investigación en Juventudes:
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Periodista. Máster en Administración Pública con énfasis en Diplomacia, UCR. Fundador y Director de
Carretica Cuentera, Costa Rica. cecilianobarrantes@gmail.com
RESUMEN
ABSTRACT
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INTRODUCCIÓN: CREAR EN COLECTIVO HISTORIAS POR LA PAZ
El modelo educativo tradicional corre el riesgo de ser una camisa de fuerza para la libre
expresión de las personas jóvenes. Se les condiciona a memorizar una lista de contenidos
para aprobar un examen, sin que el aula sea un espacio para fomentar el pensamiento crítico,
la resolución de problemas, la comunicación, la lectura, la comprensión de lectura y el trabajo
en equipo: todas ellas, herramientas clave para conseguir más y mejores oportunidades en
este siglo XXI.
El ajetreo en el que habitan las personas jóvenes les hace obviar detalles de sus barrios:
consumidos en pantallas de celulares, tabletas y computadoras, se pierde la atención y el
tiempo para conversar con las y los otros sobre gustos, preocupaciones, molestias y sueños,
entre otros aspectos de la cotidianeidad. ¿Cómo construir en colectivo si el silencio que
imponen las pantallas limita a conocer de primera mano lo que piensa la otra persona? ¿Cómo
construir soluciones comunitarias si no hay sentido de pertenencia sobre el barrio en que se
habita? ¿Cómo pedir participación a las personas jóvenes si pasan más de 12 años en un
sistema educativo que les enseña a memorizar contenidos?
El proyecto educativo “Cuentos colectivos por la paz” se enmarca en un modelo de
educación no formal, cuyo propósito es desestructurar mitos y favorecer la participación
activa de las personas jóvenes que habitan en barrios urbanos y rurales.
A partir de esas preguntas y de la crítica al modelo educativo tradicional, surgió en el año
2018 “Cuentos colectivos por la paz”: un proyecto diseñado y dirigido por dos agrupaciones
juveniles: Carretica Cuentera, de Costa Rica y SOM Editorial Colectiva, de México, con el
apoyo del Organismo Internacional de Juventud para Iberoamérica (OIJ). La metodología se
mantiene viva en ambos países, convocando a las personas jóvenes a narrar historias: escritas
y orales sobre los barrios en los que habitan; sobre sus gustos, necesidades, miedos, aficiones;
haciendo que disfruten la magia de la palabra escrita y hablada. Este proyecto fue una
experiencia que invitó a personas jóvenes de 12 a 16 años, habitantes de barrios urbanos y
rurales, a generar ideas para disfrutar el gusto de dibujar una identidad a partir de las palabras
y de su voz.
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“Cuentos colectivos por la paz” representó un esfuerzo conjunto de quien escribe este
artículo y del joven español-mexicano Joan Serra Montagut, fundador de SOM Editorial
Colectiva. Ambas organizaciones juveniles planificaron y ejecutaron talleres educativos que
tenían el propósito de fomentar la participación activa a partir de la escritura y la narración
oral de historias. Estas organizaciones educativas coincidieron en la planificación y ejecución
de un proyecto cuyo horizonte se trazó en función de despertar, a través de la literatura, las
artes y el juego, la motivación para que personas jóvenes de 12 a16 años, contaran frente a
personas de su misma edad la historia de su barrio, de cómo perciben la violencia que habita
en ellos y de cómo mediante palabras escritas y habladas, el ser humano es capaz de
convertirse en agente de cambio social.
En palabras de Serra (2018) Cuentos colectivos por la paz es concebido como:
(…) una suma de experiencias, sueños y métodos que, a su vez, multiplica las
capacidades que tenemos para construir paz mediante cuentos que se escriben de
forma colectiva, utilizando el juego, las artes, la literatura, y la narración oral y escrito
como herramientas para empoderar la voz de los jóvenes” ( p.6).
En cada sesión de trabajo de “Cuentos Colectivos por la paz” se les invitó a las personas
jóvenes a participar activamente, mediante el uso de preguntas que permitieran generar un
espacio de confianza entre las y los participantes para exponer sus puntos de vista,
experiencias y soluciones a lo siguiente: ¿Cómo perciben el lugar en que habitan?, ¿a qué
tipo de violencia están expuestos?, ¿qué factores propician la violencia en sus barrios?, ¿
consideran que el entorno en que habitan puede mejorar?, si es así ¿cómo?, ¿cómo creen ellas
y ellos que las otras personas perciben el barrio en que habitan?, ¿las personas jóvenes están
de acuerdo con la imagen que los medios de comunicación proyectan sobre su barrio?, ¿qué
rol juegan los jóvenes en la capacidad para moldear o mejorar el entorno en que habitan?
¿Hay diferencias en los tipos violencia, según la zona geográfica?
El reto de este proyecto consistió en responder a estas preguntas a partir de la participación
activa de las personas jóvenes y de plasmar sus ideas en cuentos cortos, que también fueran
narrados por ellas y ellos. La iniciativa contó con el apoyo económico del Organismo
Internacional de Juventud (OIJ) para su desarrollarlo durante los meses de enero, febrero y
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marzo del año 2018 y, a la fecha, es una iniciativa que sigue generando resultados positivos
en aulas de ambos países. Se aprovecha el cuento como herramienta para compartir vivencias
y la colectividad como catarsis, como instrumento para la libre expresión; el reconocimiento
en el texto propio y en el de las otras personas, para la reconstrucción de la realidad en que
se habita.
El apoyo económico del Organismo Internacional de Juventud se logró debido a la
selección del proyecto para la primera edición del Programa de Movilidad Cultural Travesías.
Para ambas organizaciones juveniles (Carretica Cuentera y SOM Editorial Colectiva) había
un claro nexo: el gusto por las historias y por hacer de ellas, herramientas para los procesos
de enseñanza y aprendizaje.
UN TRABAJO ARTICULADO ENTRE DOS ORGANIZACIONES JUVENILES
Carretica Cuentera es una organización educativa que, desde el año 2016, pretende
fomentar la participación y la comprensión de temas de interés nacional mediante talleres
con cuentos incompletos en las aulas de Preescolar y Primaria de Costa Rica. En cada visita
se pretende que sean niñas y niños quienes finalicen las historias e inventen nuevos
personajes capaces de resolver los conflictos o travesuras de cada cuento. Los talleres se
diseñan según la edad del grupo de estudiantes con los que se va a trabajar, con el propósito
de que la dinámica permita despertar, mediante el juego, el trabajo en equipo y la narración
oral, una efectiva comprensión de los temas abordados y la participación activa en las aulas.
La organización educativa Carretica Cuentera empezó a recorrer aulas de escuelas
públicas y privadas en comunidades urbanas y rurales de todo el país gracias a un apoyo
económico del Ministerio de Cultura y Juventud de Costa Rica.
En 2016, de manera simultánea la organización empezó a trabajar en alianzas público-
privadas y, gracias a ellas, se hizo posible el lanzamiento de la aplicación digital gratuita para
móviles “Carretica cuentera” (2017): una app gratuita para celulares y tabletas que pretende
estimular cuatro áreas del aprendizaje: lectura, comprensión de textos, creación literaria y
construcción de palabras mediante cuentos infantiles.
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En 2018, Carretica Cuentera recibió el premio Iberoamericano de Narrativa Digital del
Organismo Internacional de la Juventud para Iberoamérica (OIJ). A la fecha, Carretica
Cuentera ha beneficiado con su trabajo a 30.178 estudiantes de Primaria de Costa Rica. En
2019, gracias una beca del Colegio de Costa Rica del Ministerio de Cultura y Juventud,
Carretica Cuentera publicó su primer libro Sueños entre palabras: una estrategia de fomento
a la lectura y material educativo, que llegó en ese año a 2.500 escolares de zonas rurales y
urbanas en vulnerabilidad social. A la fecha, el proyecto educativo ha sido reconocido por
organizaciones gubernamentales y privadas en España, Alemania, Japón, México,
Guatemala, Paraguay, Estados Unidos y Argentina.
Por su parte, SOM Editorial Colectiva nació en Mérida (Yucatán, México) como
asociación civil sin fines de lucro el 21 de mayo de 2014, fecha en que se conmemora el día
Mundial de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo. Su principal objetivo es
fomentar la lectura y la escritura colectiva entre las nuevas generaciones como herramientas
participativas para el diálogo social, la paz, el conocimiento compartido, el intercambio de
saberes y la configuración de nuevas narrativas incluyentes e integradoras centradas en lo
local, lo cercano y las raíces identitarias repensadas.
SOM Editorial Colectiva se constituyó formalmente para editar los libros del Proyecto
Ja’ab que se estuvieron produciendo desde diciembre de 2012. La colección del Proyecto
Ja’ab se elaboró en 12 ciudades de la región maya actual (El Salvador, Honduras, Guatemala,
Belize y México). La entidad está involucrada también en otros procesos educativos, sociales
y culturales pero el Proyecto Ja’ab sigue siendo su gran dedicación.
Con el Proyecto Ja’ab, la escritura colectiva se convirtió en la herramienta protagonista
para construir una colección de 12 libros hecha por cientos de personas jóvenes de la región
maya actual. Durante 2019 y 2020 estos libros se repartirán por todas las bibliotecas públicas
de la región de trabajo para fomentar la lectura entre los y las jóvenes con libros hechos por
ellos y ellas mismos. Con el Proyecto Ja’ab, SOM Editorial Colectiva ha ganado premios
internacionales en Arabia Saudita, Ecuador y España, y ha sido invitada para compartir su
experiencia en India y en Colombia, entre otros países. Gracias al programa Travesías del
OIJ, SOM Editorial Colectiva establece contacto con Carretica Cuentera, para diseñar,
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planear y ejecutar la iniciativa de “Cuentos colectivos por la paz” SOM Editorial Colectiva
fue fundada por su actual coordinador, Joan Serra Montagut, procedente de Barcelona. Tiene
su sede física en Mérida (México) y aparte de editar los libros de su sello propone
continuamente actividades sociales y culturales en dicha ciudad, siendo un referente en este
sentido junto a otras organizaciones hermanas.
Con estas líneas de referencia sobre el trabajo de ambas organizaciones, el nexo de
trabajar a partir de las historias, permitió la construcción de un proyecto educativo orientado
a personas jóvenes para que escribieran y narraran las historias de sus barrios.
En un primer contacto, el desafío fue definir un eje temático sobre el cual orientar ambas
metodologías de acción y para este proyecto, en específico, fue la paz. La paz guía nuestro
trabajo desde hace años y nos anima a seguir avanzando en el infatigable camino del rescate,
reavivamiento y producción de historias. ¿Por qué elegir la paz y no otro elemento? Porque
la paz es necesaria. Porque la paz no es algo dado. La paz se genera, se piensa, se sueña, se
ejecuta, se modula, se materializa solamente si hay una intención clara en ello. (Serra, 2018,
p.34).
En muchos territorios de Iberoamérica la paz está truncada, silenciada, aniquilada, anulada
y fragmentada. La libre expresión no siempre se cumple, más aún en sociedades donde la
visión de los y las personas adultas está tan normalizada; invisibilizando, muchas veces, lo
que tienen que decir las personas más jóvenes sobre el entorno que les rodea.
Por eso mismo, esta travesía educativa vinculó a dos países para que personas jóvenes de
12 a 16 años, provenientes de barrios urbanos y rurales de Costa Rica y de México narraran
lo que percibían en sus barrios y para que, desde la escritura colectiva, plantearan soluciones
a todo aquello que amenaza la paz en sus comunidades.
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NARRAR EN COLECTIVO EN EL SIGLO XXI: ¿POR QUÉ Y PARA QUÉ?
Se entiende la escritura colectiva como un proceso interactivo y social en el que un equipo
de trabajo tiene por objetivo común la construcción de un texto, mediante mecanismos de
negociación, coordinación y comunicación (Lowry; Curtis; Lowry, 2004; Bustos, 2009;
Kittle; Hicks, 2009).
Ese diálogo con el otro es lo que enriquece este ejercicio, debido a que es mediante la
interacción y la participación, que se supera el miedo y la vergüenza para manifestar lo que
se siente y se piensa desde la mirada joven, escuchando sus voces. La metodología de
Cuentos colectivos por la paz se ha aplicado en Costa Rica con 380 personas jóvenes de
diferentes instituciones, entre ellas: el Centro Infantil y Juvenil del Parque La Libertad, en
Patarrá de Desamparados; estudiantes del Liceo Luis Dobles Segreda, en Mata Redonda, San
José, y con grupos de estudiantes de décimo y undécimo año del Colegio Humanístico de la
Universidad Nacional, sede Nicoya, en Guanacaste. En México, se aplicó a 75 estudiantes de
14 y 15 años de la preparatoria de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) y
estudiantes de las comunidades rurales de Pomuch y Dzununcán, en Mérida.
De acuerdo con Bustos (2009):
(…) la escritura colaborativa favorece el pensamiento reflexivo, debido a que la
dinámica hace que los participantes defiendan o argumenten sus ideas. Los
participantes centran su atención en la organización de las ideas, más que en los
aspectos formales de la escritura, y favorece la adquisición de conocimientos sobre el
lenguaje de los participantes. (p.20).
El proyecto educativo “Cuentos colectivos por la paz” se enmarca en un modelo de
educación no formal, cuyo propósito es desestructurar mitos y favorecer la participación
activa de las personas jóvenes que habitan en barrios urbanos y rurales.
Como se señaló en la introducción de este artículo, la paz no es un concepto intacto, varía
de comunidad en comunidad, de hogar en hogar. Por eso, “Cuentos colectivos por la paz” se
presenta como una estrategia lúdico-creativa para que sean las mismas personas jóvenes
quienes describan qué factores perciben como violencia en su entorno inmediato, y cuáles
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son las soluciones que, desde su mirada, se podrían aplicar para contrarrestar esos hechos
violentos en sus comunidades.
En estos talleres educativos no se acude a la estadística ni a los adjetivos que describen
los medios de comunicación para referirse a una u otra comunidad, sino que se da lugar para
que mediante espacios de educación no formal, en cada taller, sean las personas jóvenes
quienes aporten significado a esos lugares y a las personas que habitan en ellos, a partir de la
conversación sincera y de la palabra escrita, con los recursos electrónicos que poseen como
celulares, tabletas, la televisión y las computadoras, entre otros dispositivos electrónicos.
Según lo expresado por Guerrero y Martos (2012):
La escritura y lectura en medios electrónicos son una realidad incuestionable, y su
peso aumentará aún más en los próximos años/décadas, de ahí la necesidad de definir
su papel y relacionarlo con el nuevo rol que está adquiriendo la lectura multimedia
(literatura, cine, televisión, publicidad, etc.), dentro de lo que podríamos llamar
cibercultura” (p.16).
Personas jóvenes de todas las edades y de contextos urbanos y rurales incorporan en su
narrativa “ese mundo digital”, que no es cualquier mundo: hay códigos de comportamiento,
poses e imágenes que configuran un lenguaje sobre lo que se espera de cada persona joven
en esos ámbitos, y de lo frustrante que puede ser no cumplir con las expectativas.
Los alcances de la metodología de “Cuentos colectivos por la paz” no pretenden
abordarse de modo cuantitativo, sino que busca desde la descripción de la experiencia, que
los talleres de este tipo puedan ser replicados en otros espacios educativos, como herramienta
de educación no formal, para potenciar habilidades básicas para el siglo XXI, tales como la
lectura, la comprensión lectora, la comunicación, el liderazgo, el trabajo en equipo, la
adaptación y la capacidad de proponer soluciones al entorno en que se habita.
Los resultados aquí descritos llevan un enfoque cualitativo y, en este sentido, se
comprueba que la escritura colectiva y la narración oral de los cuentos cumplen el rol de
aprendizaje lúdico creativo, partiendo de la convicción de que el estudiante aprende con sus
compañeros y que la elaboración de un producto literario como un texto, un audiocuento o
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una narración dramatizada es en un proceso de aprender a aprender y de aprender a
comprender el entorno en que se habita a partir de la participación activa (Sanz; Zangara,
2012).
En términos generales, y citando a Bajtin (1974) los alcances de una experiencia educativa
de este tipo, sirven como un proceso “polifónico” y de “dialogismo” en el que los
interdiscursos son múltiples y se entrecruzan continuamente. Guerrero y Martos (2012)
señalan que en la construcción colectiva de historias los cambios se pueden producir a
diferentes niveles. Un texto pasa de ser una lectura silenciosa y privada para convertirse en
una performance o recreación, donde se combinan elementos de ficción y realidad, donde se
encuentran nuevos significados a partir del diálogo con los otros (p.19).
Con ese propósito se diseñó el proyecto “Cuentos Colectivos por la paz”: para convertirse
en una experiencia polifónica, que transformó las aulas en espacios de discusión, de
reflexión, de pensamiento crítico y de resolución de problemas, a partir de compartir la
palabra escrita y hablada con el grupo de pares y con la guía de los talleristas, cuya función
primordial consiste en ser facilitadores del proceso de aprendizaje, y no quien dicte tipos de
pautas sobre qué hay que pensar, decir o actuar en el proceso de educación no formal.
Para Pérez, Pérez y Sánchez (2010) este tipo de espacios en los que la educación está
conectada con la creatividad son oportunidades para las personas jóvenes, porque:
(…) exige actuar con autonomía, tomar iniciativas, buscar formas innovadoras,
barajar varias posibilidades y soluciones para un mismo problema. Por su parte,
obtener el diseño deseado, con una estética y un contenido genuino, requiere la
elección y combinación de diversos materiales adecuados a la intencionalidad o la
perspectiva que se quiera dar al proyecto (p.24).
La clave de la metodología de “Cuentos Colectivos por la paz” está en dejar que sean los
jóvenes quienes construyan el proceso, a partir de preguntas generadoras que plantean las
personas talleristas. El primer paso, es convertir la pizarra en una herramienta para la “lluvia
de ideas”, donde las personas jóvenes sean capaces de colocar en ella, las palabras,
sentimientos, sensaciones, lugares y personajes en los que piensan, cuando escuchan una
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palabra determinada, en este caso en particular: violencia y cómo se puede vincular esta al
entorno inmediato (hogar-comunidad-centro educativo). A partir de ahí, se inicia un proceso
generador de ideas que varía de aula en aula, pero que conduce hacia una misma dirección:
la participación y la construcción de relatos colectivos cortos, dinámicos, dispuestos a
describir el entramado social en que habitan las personas jóvenes.
Luego de que se recuerda una situación específica del entorno más inmediato, es más
sencillo construir personajes con determinadas características y describir escenas (ambientes)
en los que ocurre la historia. Finalmente, con ejercicios de narración oral de historias, los
relatos saltan del papel hacia la socialización con las otras personas jóvenes participantes de
la sesión.
¿CÓMO SE NARRAN LOS BARRIOS Y SU VIOLENCIA DESDE LA MIRADA
JOVEN?
Cada barrio tiene historias que contar, personajes y lugares específicos que narran sus
identidades. Las personas jóvenes reconocen que no siempre se dedica suficiente tiempo,
desde las aulas de secundaria, a reflexionar sobre lo que acontece en sus comunidades ni
sobre lo que les preocupa sobre su entorno.
Al colocar la palabra “violencia” en la pizarra y completar el ejercicio de “lluvia de ideas”,
las personas jóvenes asocian el concepto con palabras como: “desigualdad, los abusos de mi
novio, poder, mentiras, silencio, ignorar a otros, cyberbulling, fotos con ofensas, tristeza,
ansiedad, anorexia, vómitos, dolores de cabeza, inseguridad, frustración, desvelos, pérdida
de peso, tratar mal a los padres, desconfianza, cortarse, enojo, sentirse menos, antisocial,
desprecio, mal humor, homofobia, racismo, xenofobia, miedo, autolesiones, ansiedad, estrés,
mentir, enfermedades psicológicas, suicidio”. Los conceptos asociados al tema en cuestión
revelan un vínculo con la agresión que sufren en su centro educativo, espacio de la
comunidad en el que están en promedio ocho horas diarias, con un alto componente de
agresión de tipo psicológico. De hecho, varios estudiantes hacen énfasis en el ciberbullying
como principal canal por el que circulan ofensas y agresiones contra compañeros y
compañeras, tanto en barrios rurales como urbanos.
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Cuando se les pide describir qué comprenden por “ciberbullying” lo describen así: “es
mandar fotos de los compañeros acompañadas de ofensas, burlas, apodos (...) Hacer memes
con las caras de los compañeros (...) Vulgaridades que se mandan por Whatsapp (...)”. En sus
relatos ficticios, narran historias donde hay personajes que deciden alistar una maleta y salen
a probar suerte a otra ciudad, otro país. En los relatos se lee, cómo la violencia que habitan,
que en su mayoría es de tipo psicológica provoca un sentimiento de escape; una necesidad
de correr ante el peligro hacia otro punto geográfico.
Otros términos para describir este fenómeno son: bullying electrónico, bullying en nea,
e-bullying, intimidación o acoso en línea, y de acuerdo con Guerrero y Martos (2012) es un
fenómeno que “implica la intimidación, el acoso o la amenaza mediante el uso de dispositivos
electrónicos, con una intención de dañar” (p. 46).
Del barrio que narran los y las jóvenes, el colegio como espacio de socialización es el
lugar más criticado por las personas jóvenes: descrito como el lugar de la comunidad donde
son víctimas, cómplices o autores(as) de la violencia contra otras personas.
El centro educativo cuya función debería estar orientada a ser el espacio diseñado para
aprender, para ser libres, para crecer, es considerado por una mayoría (unas ocho de cada 10
personas jóvenes participantes del taller) como el espacio donde más ocurre violencia en la
comunidad y donde son capaces de expresar casos en los que son protagonistas o testigos del
maltrato.
Cuando trabajan en equipos, para plantear una posible solución del problema expuesto en
sus relatos, los y las estudiantes sugieren:
Hacer más charlas, talleres y actividades de este tipo desde los primeros años de la escuela,
que “permitan que se hable más del tema, sin que haya represalias”. El castigo que ejerce la
autoridad adulta del centro educativo contra la persona joven por expresarse es un punto que
limita su proceso de participación activa en el aula, sin que haya un verdadero punto
disruptivo contra la violencia sistémica que enfrentan.
Buscar ayuda con personas adultas responsables y personal docente.
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No callar, decirle a alguien y evitar ser cómplice.
Diseñan un personaje con el nombre “Pipe, dinosaurio protector” y dentro de las
características del personaje anotan que “tiene una maestría en Psicología y ayuda a los
indefensos”.
Diseñan un personaje en forma de borrador. Llama la atención las funciones que ellos
anotan alrededor del personaje: “es un borrador que borra (sic.) todas las malas cosas que
deja el bullying en las aulas y las personas, es bueno, ayuda a los demás, juega con los niños”.
En los cuentos que narran las personas jóvenes llama la atención que en un 60% de los
casos la violencia se vincula a “autolesiones, depresión o ideación suicida”. A continuación,
se colocan extractos de los relatos construidos por los estudiantes que comprueban esta
afirmación:
“Había una vez un muchacho gordito llamado José, recibía bullying, él tenía miedo y
a veces por la depresión, se autolesionaba, estaba harto de la vida y de todo el entorno en que
vivía, nadie lo quería; habitaba en un mundo gris, sin emociones ni encanto (...)”.
“Era un joven muy frustrado, un día se enojó y le explotó la cabeza (...) Necesitaba
más cariño, amor, fuerza (...)”.
“(...) Le hacían bullying en las aulas del cole por lo que decidió cortarse, ya que nadie
le ayudaba. “Hay un compa (sic) llamado Sebastián M., que sufre de bullying y que es muy
agresivo, que intentó suicidarse y se corta, es antisocial tiene mucho miedo de hablar (...)”.
“En ese barrio, él sentía molestia y ganas de suicidarse. Él sentía mucho dolor (...)”.
“Todos le decían que era un fenómeno, que no pertenecía a ese barrio. Ella se autolesionaba,
tenía depresión, dolor y a veces no iba a clases (...)”.
En la conversación que se genera a partir de la construcción de relatos colectivos, las
personas jóvenes enfatizan en la necesidad de generar acciones en comunidad para enfrentar
esa violencia, empezando por el diálogo y por la construcción de espacios para el arte y la
cultura en sus centros educativos y en sus barrios A la pregunta ¿qué soluciones podemos
diseñar como estudiantes para combatir la violencia en las comunidades? El 90% de los
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participantes reconoce en el diálogo y en la necesidad de actividades de trabajo en equipo
una estrategia para prevenir la violencia física y psicológica en las aulas.
En la dinámica de conclusión/reflexiones finales de los talleres, se anotan a continuación
algunas de las lecciones aprendidas y experiencias que aporta la escritura colectiva a los y
las estudiantes, a partir del desarrollo de la metodología de Cuentos Colectivos por la paz:
Que hay que entender que la violencia no es solo es dar golpes o sufrir de robos.
Que hay personal de salud que nos pueden ayudar con las depresiones.
Aprendí a trabajar en equipo.
Que hay que respetar a todos como son.
Aprendí a aceptarme como soy, a no avergonzarme de mi tono de voz y a perderle el miedo
a la gente y al qué dirán. Los talleristas me dieron la confianza que ningún profe en el cole
me había dado para poder contar una historia que me inquieta y sin burlarse de mí. Salgo más
empoderada.
Que cuando hay mensajes ofensivos por Whatsapp hay que denunciarlo.
Que el bullying no es un problema de buenos ni de malos, que tanto el que hace bullying
como el que lo recibe, necesitan atención.
Aprendí a perder el miedo a escribir sobre este tema.
A disfrutar con los compañeros y aprender al mismo tiempo.
Que el bullying puede llevarnos hasta la muerte y que por eso hay que buscar ayuda.
Que en el silencio de los adultos y en sus burlas hacia nuestros comentarios hay violencia.
A que hay que tratar a los demás como nos gustaría ser tratado.
A modo de resumen, la dinámica de trabajo de cada sesión de “Cuentos colectivos por la
paz” se resume de la siguiente manera: en primer lugar, hay una presentación de los tutores
y de las personas participantes; luego, se hace una conceptualización colectiva de un término
en cuestión. Posterior a ello, se pide a los y las participantes del taller que vinculen el
concepto a una vivencia personal (del entorno inmediato: casa, familia, centro de estudio).
Luego, el tallerista facilita herramientas para la construcción de personajes (reales y de
ficción) y de espacios para la historia.
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Una vez que los y las jóvenes escriben su historia se pasa al ejercicio de narración
colectiva, donde entre todos y todas escriben un nuevo relato, que invita a transformar esas
historias de violencia en relatos de paz, capaces de ser aplicados a la rutina, con acciones
planteadas desde el empoderamiento juvenil, la participación activa y la confianza en ellas y
ellos mismos.
CONCLUSIONES: UN MODELO EDUCATIVO DISRUPTIVO DISPUESTO A
ESCUCHAR Y A EMPODERAR A LAS PERSONAS JÓVENES
“Cuentos Colectivos por la paz” es un recurso educativo no formal para transformar las
aulas en espacios para el pensamiento crítico y la construcción colectiva de soluciones a partir
de los problemas que enfrentan las personas jóvenes, utilizando la imaginación y la
creatividad como herramientas para la narración oral y escrita de los relatos. Egan (2010)
afirma que “por lo general, se cree que la imaginación se conecta en gran medida con las
artes, o con alguna clase de juego. Sin embargo, sería conveniente pensar que la imaginación
constituya uno de los grandes pilares del aprendizaje” (p.12).
El proyecto descrito en este artículo no pretende ser una propuesta para incluirse en la
educación formal, en un programa de Español, por ejemplo, sino de enfatizar en la
importancia de gestionar, planificar y ejecutar espacios de educación no formal que permitan
reconstruir un modelo educativo orientado a las necesidades del siglo XXI. De acuerdo con
el Banco Interamericano de Desarrollo (2018) habitamos en un “tsunami tecnológico” con
una tendencia hacia el aumento en el desempleo y el subempleo juvenil por falta de
calificación.
El cambio para transformar ese desalentador panorama debe empezar desde la niñez y la
juventud, fortaleciendo habilidades básicas para la vida, con espacios de participación activa
en las aulas que permitan fortalecer las competencias que demandan estos tiempos, cuya
estructura se compone de modelo híbrido entre lo presencial y lo virtual.
La narración colectiva resulta significativa en la medida que se descubre su valor a través
de la socialización de textos propios y ajenos; de cuentos que están vinculados con distintos
intereses, necesidades, expectativas y características del contexto. Se entienden los actos de
lectura y escritura como hechos sociales que ocurren en un tiempo y en un espacio
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determinados y que se comparten en una comunidad específica (Cassany, 1999). Lo anterior,
cambia la concepción de que la escritura y la lectura son ejercicios “aburridos o individuales”
para aprobar la clase de español, mediante un examen que evalúa a los y las jóvenes de cero
a cien. Tanto en las comunidades urbanas como en las rurales, las personas jóvenes se refieren
a la lectura y la escritura como “una pérdida de tiempo” que no les generan mayor interés,
debido a que no encuentran motivación en sus lecciones de español y porque todos los
ejercicios de lectura y escritura suceden a nivel individual.
Esto no es un fenómeno exclusivo de Costa Rica y México. En el mundo, más estudiantes
de 15 años ven la lectura como una pérdida de tiempo. Así lo revela el último examen
diagnóstico del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA, por sus
siglas en inglés), que evaluó a 600,000 jóvenes en 79 países del orbe y que advierte de la
necesidad de un cambio educativo en las aulas, si se quieren garantizar más y mejores
oportunidades laborales, en una sociedad cada vez más digitalizada y que es capaz de
concentrarse menos frente a un texto.
Esa “pérdida de tiempo” se traduce en una cara incompetencia. Uno de cada cuatro
personas jóvenes en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE) no puede completar incluso las tareas de lectura más básicas: No son
capaces de inferir ideas de textos más grandes, de distinguir entre información creíble y
fuentes no confiables, ni de estructurar sus ideas en la construcción de un argumento. La
pérdida es mucha (pierde el Estado y pierden las juventudes) y la solución no es generar más
inversión, sino una revisión sobre la calidad y lo que está ocurriendo en las aulas de educación
primaria y secundaria.
En Costa Rica, por ejemplo, el último Informe del Estado de la Educación (2019) afirma
que los docentes no tienen hábitos de lectura. El 74% de los maestros de Primaria aceptó que
no ven la lectura como algo relacionado con el gusto y el placer, sino como una obligación
académica. ¿Qué se puede esperar de los estudiantes, si sus mismos formadores no incentivan
el acercamiento a los libros?
El sistema educativo debe migrar del modelo facilista de recetar contenidos para luego
recitarlos en un examen, hacia metodologías participativas en las aulas que ayuden a niñas,
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niños y personas jóvenes “a construir una brújula confiable y las herramientas de navegación
para encontrar su camino propio, en un mundo cada vez más volátil, incierto y ambiguo”,
anota el informe de las pruebas PISA.
La digitalización demanda que los y las estudiantes que salen de secundaria tengan la
capacidad de leer textos complejos, de discriminar noticias falsas, de conocer lo que acontece
en otros contextos ajenos al propio, de argumentar, cuestionar el entorno que les rodea y de
ser propositivos y capaces de adaptarse a los cambios.
Si se asume el tema como una obviedad, se corre el riesgo de seguir ensanchando la brecha
ya existente, entre quienes tienen más ventajas y aquellas personas jóvenes que no tienen el
acceso a recursos de calidad. El informe de las pruebas PISA evidencia que el nivel de lectura
del 10% de los estudiantes más ricos, en los países de la OCDE, está tres años por delante
del 10% más pobre. Perder tiempo es seguir haciendo lo mismo, mientras informes
educativos van y vienen, sin que los cambios ocurran en las aulas, con una buena formación
docente, con un seguimiento del impacto de las reformas con el apoyo de los hogares.
La metodología Cuentos Colectivos por la paz está vigente en ambos países (Costa Rica
y México) y sigue integrando a jóvenes de contextos rurales y urbanos para convocarlos al
círculo de las palabras y de la conversación, a partir de una mirada crítica y reflexiva,
haciendo del ejercicio educativo una herramienta para el empoderamiento juvenil.
Aumentar la participación de las personas jóvenes, mediante la construcción de relatos y
la narración oral, es un ejercicio que transforma las aulas porque se le otorga un nuevo
significado a las palabras y porque se coloca a la persona joven como protagonista del
ejercicio educativo.
Freire (1983) señala que la palabra implica ante todo una forma particular de interpretar,
de concebir, reinterpretar y leer críticamente la realidad. La construcción de un texto cobra
sentido en la medida en que se entrelaza, se construye y deconstruye en estrecho vínculo con
la oralidad, con los otros lenguajes que coexisten en la vida cotidiana, que se ligan con las
prácticas culturales en las que participan las personas, día a día.
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La construcción de ese espacio colectivo obliga también a que el tallerista preste atención
al hilo conductor de la historia que van tejiendo los y las jóvenes para orientar la construcción
de soluciones en función de puntos comunes que encuentre en los relatos. La escritura y la
narración colectiva no es solo hablar por hablar, sino hablar para cuestionar, resolver,
integrar, diseñar y motivar a que sean los mismos jóvenes agentes sociales de cambio para la
realidad en que habitan.
Los barrios rurales y urbanos narrados desde la mirada de las juventudes los jóvenes tienen
más elementos en común que diferencias. Entre los principales hallazgos de esta experiencia
se encuentran:
En primer lugar, las situaciones de violencia más significativas del barrio, ocurren en el
colegio. El centro educativo es el espacio que amenaza, donde la violencia es presencial y
virtual, donde hay que cumplir con ciertos estándares para recibir aceptación del grupo de
pares, donde el adulto no siempre apoya, sino que cuestiona y minimiza los problemas y la
participación de las personas jóvenes para la proposición de soluciones.
Segundo, la casa de las personas jóvenes se reduce en los relatos a la habitación de la
persona joven. Es el espacio donde la persona joven enfrenta, desde lo individual, las
amenazas de lo público.
En la habitación es donde ocurren las autolesiones, la ideación suicida, el llanto, la
ansiedad y es donde se enfrentan a esa sensación de desprotección y de que nadie les escucha
ni les toma parecer sobre lo que sienten o piensan.
En tercer lugar, las personas jóvenes se ubican como personajes principales de los relatos
que narran y acuden a personajes ficticios para la búsqueda de las soluciones. Por ejemplo,
hacen referencia a un “personaje borrador” que elimina problemas en la comunidad, a partir
del diálogo. Tanto en las comunidades urbanas como en las rurales, las personas jóvenes
demandan de más espacios para el diálogo, donde de forma articulada y mediante trabajo en
equipo puedan proponer soluciones, más allá de las actividades deportivas o artísticas, que
les ofrece el centro educativo o un espacio comunitario.
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En los talleres aplicados durante los años 2018 y 2019, llama la atención que un tema
recurrente en las personas jóvenes es la salud mental y la ansiedad que provoca tener que
lidiar con “etiquetas sociales” y expectativas por cumplir en el hogar, el colegio, el barrio y
en el entorno digital. Escuchar a diario que es “la mejor de la clase” o “el vagabundo” trae
consecuencias para el desempeño académico y la salud mental de las juventudes. Quienes
educan tienen una alta responsabilidad de romper con los estereotipos y de generar ambientes
en favor del respeto por la diversidad y de valorar a cada estudiante en función de sus
capacidades, comprendiendo su entorno, las inteligencias múltiples y los distintos ritmos de
aprendizaje, promoviendo el diálogo entre los grupos de pares y entre personas jóvenes y
adultos.
El educador y conferencista británico Ken Robinson (2015) afirma que la base para educar
es una buena relación entre las personas jóvenes y sus formadores o formadoras: “el éxito o
fracaso del proceso, dependerá de lo fructífero y eficaz que sea ese vínculo”. Porque enseñar
es más que transmitir conceptos sobre una materia en específico; la magia del que enseña
está en su capacidad de inspirar, motivar, transformar y no en función de asignar adjetivos
que perpetúen desigualdad.
Con más frecuencia, el Hospital Nacional de Niños y el Hospital Nacional Psiquiátrico de
Costa Rica reciben en sus servicios de Urgencias a más menores de edad sin motivaciones
para vivir (con auto-lesiones, ideación suicida, desesperanza). De ahí, la importancia de
generar más espacios en las aulas que motiven a la sana convivencia, a la reflexión, a la
construcción de nuevos relatos.
De poco sirve que se redacten protocolos contra la discriminación, si existe un silencio
cómplice ante la discriminación y si la educación no propicia espacios para generar nuevos
significados a las situaciones que experimentan las personas jóvenes en su cotidianidad. Los
centros educativos deben ser los espacios donde se cultive confianza, seguridad, curiosidad
por comprender el entorno, creatividad y capacidad de adaptación a los cambios, de lo
contrario los jóvenes solo crecerán con más miedos, frustraciones y culpas, esperando a ver
con quién puedan desquitarse.
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