Investigación en Juventudes:
Vol. 10, Núm. 1, 2023
Revista del Consejo de la Persona Joven
ISSN: 2215 4442
Páginas: 2-24
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Trabajadora social, Coordinadora de Residencia en Ciudad Hogar Calasanz y Consultora Independiente, San José,
Costa Rica. fer.rojas07@gmail.com
Suicidio y juventudes: mitos y significados en experiencias de ideación
suicida en jóvenes
Suicide and youth: myths and meanings in experiences of suicidal
ideation in young people
Recepción: 15 de mayo de 2023
Aprobación: 15 de agosto de 2023
María Fernanda Rojas Ramírez
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A partir de los resultados de una tesis en Trabajo Social, este artículo analiza los mitos o falsos supuestos en torno al
suicidio, así como comparte los significados que un grupo de jóvenes del cantón de Palmares, Costa Rica, construyó
sobre la propia experiencia de ideación suicida, con el fin de visibilizar el papel de las relaciones sociales de la vida
cotidiana como parte de los factores socioculturales que inciden en la experiencia de ideación suicida en jóvenes, así
como en la producción y reproducción de significados sobre el suicidio juvenil. El estudio utilizó metodología
cualitativa con insumos del paradigma interpretativo, propiamente de la fenomenología y aportes de la
interseccionalidad, la intención es la comprensión profunda del fenómeno más que la generalización de los resultados.
Para la producción de conocimiento se desarrollaron entrevistas en profundidad a 6 personas jóvenes que vivenciaron
la ideación suicida en edades entre los 15 y los 29 años, en complemento con la observación científica y revisión
documental, lo cual facilitó el análisis cualitativo de los datos y la triangulación de información. Se concluye que el
suicidio es un fenómeno social complejo y multideterminado, que deviene de un proceso de acumulación de
experiencias y que no necesariamente son las grandes cosas las que lo detonan o lo provocan. La ideación suicida como
proceso subjetivo es una experiencia de vida que resulta particular en cada joven, al poner de manifiesto la conjugación
de condiciones que resultan en una significación única según quien la vive y que, a su vez, contiene matices co-
incidentes de determinantes socioculturales generales del contexto geográfico e histórico en el que se encuentra,
determinantes que son producidos y sostenidos en los procesos de socialización.
Palabras clave: Ideación suicida; Suicidio; Jóvenes, Socialización; Mitos; Significados.
Based on the results of a thesis in Social Work, this article analyzes the myths or false assumptions about suicide, as
well as shares the meanings that a group of young people from the canton of Palmares, Costa Rica, constructed about
their own experience of suicidal ideation, in order to make visible the role of social relations of everyday life as part of
the sociocultural factors that influence the experience of suicidal ideation in young people, as well as in the production
and reproduction of meanings about youth suicide. The study used qualitative methodology with inputs from the
interpretative paradigm, properly from phenomenology and contributions from intersectionality, the intention is the
deep understanding of the phenomenon rather than the generalization of the results. To produce knowledge, in-depth
interviews were conducted with 6 young people who experienced suicidal ideation between the ages of 15 and 29 years,
in addition to scientific observation and documentary review, which facilitated the qualitative analysis of the data and
the triangulation of information. It is concluded that suicide is a complex and multidetermined social phenomenon,
which results from a process of accumulation of experiences and that it is not necessarily the big things that trigger or
provoke it. Suicidal ideation as a subjective process is a life experience that is particular to each young person, as it
reveals the conjugation of conditions that result in a unique significance depending on who lives it and that, in turn,
contains co-incident nuances of general socio-cultural determinants of the geographical and historical context in which
it is found, determinants that are produced and sustained in the processes of socialization
Keywords: Suicidal ideation; Suicide; Youth, Socialization; Myths; Meanings.
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INTRODUCCIÓN
Este artículo analiza los mitos o falsos supuestos socioculturales en torno al suicidio, y a la
vez comparte los significados que un grupo de jóvenes construyó sobre la propia experiencia de
ideación suicida, constituyen parte de los resultados de una tesis de grado en Trabajo Social.
Se entiende el suicidio como un fenómeno multidimensional y complejo, desde
perspectivas psicológicas, sociales, culturales y político-económicas; es una problemática de salud
pública que requiere de la producción de conocimiento. En consecuencia, el estudio se desarrolló
con el propósito de aportar a la comprensión de los determinantes socioculturales del suicidio en
jóvenes, superando las explicaciones que aluden al fenómeno como un hecho aislado, individual
y psicopatológico.
Primeramente, es importante señalar que el suicidio es un fenómeno al que se enfrenta la
sociedad todos los días, según la Organización Panamericana de la Salud (en adelante OPS, 2018),
en promedio, cada 40 segundos se da una muerte por suicidio en el mundo, resultando en más de
800.000 fallecimientos anuales por esta causa. Inclusive, se indica que las muertes por suicidio
superan las defunciones por homicidios y guerras.
Aunado a lo anterior, resulta necesario advertir que, según la Organización Mundial de la
Salud (en adelante OMS, 2019), el suicidio se ha constituido en una de las veinte principales causas
de muerte en el mundo, es la segunda causa de muerte en personas entre 15 y 19 años y la tercera
en personas entre 15 y 29 años.
Como parte de esta situación a nivel global, Costa Rica no escapa de las repercusiones
socioculturales, económicas y políticas del suicidio. Según un informe de la Comisión Técnica
Interinstitucional sobre Estadísticas de Convivencia y Seguridad Ciudadana (en adelante
COMESCO, 2019), para el 2018 se reportó la cantidad de 2.082 intentos de suicidio a nivel
nacional, lo que se traduce en una tasa de 41,6 por cada 100.000 habitantes.
A su vez, según datos expuestos por la fuente referida, el cantón de Palmares en Costa Rica
presentó la tasa de intentos de suicidio por 100.000 habitantes más alta de la provincia de Alajuela
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para el período 2016-2018, superando incluso la tasa de suicidio a nivel nacional y provincial, tal
y como se presenta en la siguiente figura.
Ilustración 1
Cantones de la provincia de Alajuela con la mayor tasa de intentos de suicidio, por cada
100.000 habitantes, 2016-2018
Fuente: Elaboración propia, 2020, a partir de COMESCO, 2019.
De acuerdo con información del Área Rectora de Salud de Palmares, del Ministerio de
Salud, para el 2019 se reportaron 32 intentos de autoeliminación y suicidio, indicando que, de los
cinco suicidios consumados, dos correspondieron a jóvenes de 17 y 18 años de edad, en el cantón
de Palmares.
A partir de las estadísticas generales expuestas se acogió la demanda de asumir el suicidio
como una problemática social y de salud pública, aunado al imperativo de estudiarlo como un
problema de investigación que demanda la producción de conocimiento para su comprensión y
abordaje. Además, se propuso este proceso investigativo como un esfuerzo de cooperación a la
producción de conocimiento, desde Trabajo Social, para comprender el suicidio en jóvenes como
un fenómeno multideterminado en el cual inciden factores socioculturales y relacionales
complejos.
METODOLOGÍA
La comprensión de la complejidad del fenómeno suicida se llevó a cabo bajo el enfoque
cualitativo y los insumos del paradigma interpretativo, especialmente mediante los aportes de la
fenomenología, así como de la perspectiva interseccional; dado que el conocimiento construido
tuvo como base las experiencias y el conocimiento situado e implicado, de las y los jóvenes
participantes en este estudio, en el devenir cotidiano e histórico de sus procesos de socialización.
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El grupo de jóvenes participantes estuvo conformado por 3 hombres y 3 mujeres. Se
contactaron por medio de la estrategia bola de nieve, posteriormente se seleccionaron de manera
intencional a partir del cumplimiento de los siguientes criterios de inclusión: ser residentes del
cantón de Palmares, haber vivenciado la ideación suicida en edades entre los 15 y los 29 años, no
estar atravesando un periodo de crisis y disposición a participar en el estudio de manera voluntaria
y anónima.
En el trabajo de campo, 3 participantes deseaban hacer una ruptura con el tabú, hablar de
sus experiencias no implicó ocultar su identidad, y mostraron interés por participar con sus
nombres reales, empero, por el compromiso de mantener su seguridad y anonimato, se acordó
utilizar seudónimos elegidos por ellas y ellos. En los resultados se reportan las comunicaciones
personales de Antonio, Carlos, Estrella I, Estrella II, José y Shanty.
En la recolección de información se utilizó una guía de observación, cuaderno de campo,
genogramas y tres guías de entrevista en profundidad según ejes definidos por los objetivos
específicos de la investigación, estos trataron: socialización patriarcal, socialización adultocéntrica
y procesos de socialización y suicidio. Se llevaron a cabo 19 entrevistas con las y los jóvenes
participantes, se realizaron entre 2 y 4 encuentros por persona, tanto presencial como virtualmente
(por medio de la plataforma Zoom). El número de encuentros y el tiempo en cada uno de ellos
dependió de aspectos particulares como profundización de la reflexión, disponibilidad de tiempo,
experiencias significativas relatadas, entre otros. El trabajo de campo se concluyó al cumplir con
el criterio de saturación de información, sumando aproximadamente 50 horas de grabación, el
promedio general fue de 4 horas de grabación por cada joven, sin embargo, con uno de ellos se
obtuvo una sumatoria de 15 horas.
Una vez concluido el trabajo de campo se inició el proceso de transcripción literal de las
entrevistas; incluyendo las anotaciones de la observación científica, se obtuvo un total de 419
páginas. Posteriormente, para el ordenamiento de los datos se construyeron tres matrices por las
categorías y subcategorías de cada eje/objetivo, incluyendo reflexiones preliminares y anotaciones
del cuaderno de campo, teoría y aportes de personas expertas con las que se tuvo comunicación
personal. Esto facilitó el análisis cualitativo para la construcción de códigos, patrones, familias,
entre otros; en este primer ejercicio se obtuvo un total de 770 relatos (aproximadamente 110
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páginas) con potencial de análisis, luego se realizó un segundo análisis cualitativo y triangulación
de datos que facilitaron la redacción del informe de resultados con los relatos más significativos y
representativos.
REFERENTE TEÓRICO
En este estudio se comprende el suicidio dentro de un contexto amplio, de carácter
sociohistórico, el cual permite explicar su emergencia desde una mirada contextual, compleja y
relacional (Carmona y otros, 2017). Así, cuando se analiza al suicidio como un fenómeno
suscitado por factores socioculturales se incluye al contexto de manera compleja y recursiva en su
comprensión y abordaje, lo que a su vez supera la explicación del mismo desde una postura
individual psicopatologizante.
Dentro del marco de la suicidología el suicidio no tiene causas sino factores asociados
(Martínez, 2017) que inciden en su gestación, es por tanto concebido como un evento bio-psico-
socio-cultural, es decir, se comprende como un fenómeno multideterminado.
Al comprender el suicidio como un fenómeno multideterminado, según Jaime Carmona
(comunicación personal, septiembre 2020), se pueden tomar decisiones de cuáles son las
determinaciones sobre las que se pueden enfocar los esfuerzos para su comprensión, ejercicio que
a su vez ayuda a potencializar la contribución científica y técnica. En consecuencia, la presente
investigación ha delimitado sus esfuerzos explicativos con énfasis en el factor psicosocial y
cultural de la ideación suicida en jóvenes, al comprender el evento suicida como un emergente
relacional de los procesos de socialización.
En este sentido, los procesos de socialización son comprendidos desde el aporte de Martín-
Baró (1985), quien define la socialización como un proceso en donde la persona se desarrolla,
tanto históricamente como a nivel de la identidad personal y de la identidad social. De este modo,
la socialización cuenta con tres dimensiones: histórica, social y personal.
La dimensión histórica, desde este estudio y a partir de los insumos del autor citado
anteriormente, implica la acumulación de experiencias y significados que inciden en la elaboración
de la subjetividad e identidad personal, en la significación de los eventos y vivencias de la vida
cotidiana, así como en la adjudicación y asunción de roles que definen la identidad social; lo cual
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es de suma relevancia cuando se estudia al fenómeno suicida como proceso de acumulación y
como emergente de las relaciones sociales.
Por su parte, las juventudes se entienden desde la perspectiva sociocultural, es decir, se
comparte el planteamiento de que el acervo sobre lo juvenil reproducido en la sociedad
adultocéntrica, es una construcción sociohistórica y cultural con el fin de mantener un sistema de
dominación que cumple intereses políticos y económicos. Asimismo, asumir los términos,
prácticas y relaciones en torno a la juventud como producto de la interacción humana, permite
reconocer que la misma se encuentra:
construyendo y re-construyendo, históricamente. Cada sociedad define a la «juventud» a
partir de sus propios parámetros culturales, sociales, políticos y económicos, por lo que no
hay una definición única. Por tanto, las perspectivas tradicionales sobre la juventud se
pueden transformar, de-construir y re-construir. (Alpízar y Bernal, 2003, p.121)
Teniendo en consideración las aproximaciones teóricas señaladas, a continuación, se
exponen los resultados con respecto a los significados asociados a la experiencia de ideación
suicida en jóvenes.
ANÁLISIS DE RESULTADOS
Esta investigación trata de ser un altavoz de las experiencias de las y los jóvenes, un medio
de comunicar la definición sentida y significativa del proceso suicida desde la polifonía. De ahí
que en el análisis de los resultados se prioriza la exposición extensa y completa de sus relatos con
respecto a los mitos y significados del suicidio y a su resignificación desde la experiencia de
ideación suicida en jóvenes, por sobre la teoría que apoya y complementa la comprensión de los
significados y las experiencias de ideación suicida. Se espera que la resignificación del estudio y
comprensión del suicidio, desde las voces de las y los jóvenes como punto de llegada de este
proceso investigativo, sea un punto de partida para evidenciar, desmitificar y deconstruir creencias,
estereotipos y prácticas de estigmatización que cotidianamente se producen y reproducen en los
procesos de socialización, en torno al fenómeno suicida.
A continuación, se presentan dos secciones analíticas, primero, la sección correspondiente
a los significados asociados con el fenómeno suicida, en tanto falsos supuestos socioculturales.
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En segundo lugar, se exponen y analizan las significaciones que las y los jóvenes han construido
desde sus experiencias; como parte de la comprensión del suicidio, fenómeno multideterminado,
que emerge en y desde las relaciones sociales de la vida cotidiana.
1. Mitos y significados del suicidio
El estudio del fenómeno suicida como emergente relacional demanda voltear la mirada
hacia el contexto cotidiano, como escenario recursivo de mitos, símbolos, significados y valores
que se sumergen en el devenir histórico de los procesos de socialización, para poder comprender
cómo influye lo que se dice y lo que no se dice del suicidio, en la subjetividad y en la experiencia
de ideación suicida vivida.
A modo general, las y los jóvenes participantes mencionaron que el suicidio a nivel social
se encuentra relacionado con el tabú, únicamente se habla del tema para juzgarlo. En su
experiencia se reitera el decir que las personas suicidas son cobardes o pendejas, que no son
valientes para enfrentar sus problemas, que no hay razón suficiente para justificar el suicidio, que
están faltas de Dios o que les falta fe.
Los hallazgos del estudio también mostraron que socialmente se sostienen mitos, dictando
que las personas con ideas o intentos de suicidio no buscan ayuda y cuando mencionan algo es
para llamar la atención con la finalidad de manipular. Fue reiterativa la alusión al suicidio
provocado únicamente por enfermedades mentales, y no se ve como un problema que
enfrentan/viven las personas jóvenes. El fenómeno del suicidio es visto como una realidad ajena
que no se vive dentro de las familias o comunidades de pertenencia.
Los símbolos y significados sociales mencionados por las y los jóvenes participantes
evidencian procesos de socialización que reproducen las construcciones sociales alrededor del
fenómeno suicida, y a la vez producen condiciones de desinformación y desconocimiento de la
realidad vivida en torno al suicidio, tal y como lo ejemplifican los siguientes relatos:
Creo que es un tema tabú, la gente no, tiende a creer que si no se dice no existe, entonces,
entre menos se diga las personas tienen menos ideas de hacerlo y eso es lo que ha
empeorado el panorama, porque si no se habla, las personas no entienden la condición y
no buscan las ayudas necesarias. (Estrella II, comunicación personal, 8 de julio, 2020)
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El relato de Estrella II coincide con la experiencia de Carlos, quien expone otra
manifestación de cómo se presenta el tabú con respecto al suicidio, de cómo se elude la
conversación al respecto.
Quizás, digamos, en mi caso de que he sufrido de depresión clínica previamente, entonces,
en algún momento sí surge la pregunta de que: "ay, ¿usted ha pensado hacerse daño o ha
tenido algún tipo de ‘idea rara’?". Que es como la forma en la que la gente trata de
abordarlo, que es por el mismo tabú de que la gente tiene miedo a pronunciar siquiera la
palabra suicidio, porque se cree a nivel general, social, como tabú de que si usted habla
sobre el suicidio a una persona es como una forma de sugerírselo y tal vez si no lo estaba
pensando mucho y usted se lo pregunta, que se lo va a incentivar, se lo va a promover y al
final esa persona se va a terminar suicidando por su culpa, cuando realmente no es el
caso. (Carlos, comunicación personal, 17 de julio, 2020)
Las narraciones anteriores categorizan al suicidio como un tabú a nivel social, explicando
que se tiene la creencia de que si no se dice no existe, que entre menos se diga hay menos ideas
para hacerlo; lo cual conlleva a ni siquiera llamarlo por su nombre, dado que pronunciar la palabra
“suicidio” y ahondar en el tema puede abrir un portillo que sugiere o incentiva a cometerlo y nadie
quiere cargar con la culpa de habérselo mencionado a una persona y que luego ella lo intente.
Por consiguiente, no hablar sobre el suicidio empeora el panorama, el conservarlo en el
silencio como tabú reproduce los efectos y daños que son consecuencia del fenómeno en sus
diversas manifestaciones y en sus distintos aspectos implicados, dado que, si no se dan las
posibilidades de hablar sobre la ideación suicida, las personas no van a tener condiciones para
buscar la ayuda que necesitan, especialmente cuando el contexto no comprende ni sabe lo que le
sucede. Esta situación facilita el desempeño de roles suicidógenos desde la exclusión y el silencio,
expresando una vez más el suicidio como emergente relacional determinado por el contexto
sociocultural.
En este sentido, es imperativo enfatizar que preguntar acerca del suicidio no provoca estos
eventos, hablar sobre la muerte no es invocarla, sino que, por el contrario, preguntar sobre
pensamientos suicidas y comportamientos autodestructivos da espacio a las emociones que
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acompañan a estas ideas, se abre la posibilidad de explorar y reflexionar sobre las creencias de
quien piensa en morir, así como se facilita la reducción de la ansiedad asociada con la experiencia
vivida y, especialmente, se ayuda a que la persona se sienta comprendida (OPS, 2018; María Luisa
Plasencia, comunicación personal, octubre 2020) y acompañada.
El silencio que envuelve al suicidio como tabú es un símbolo del miedo social a incitar a
las personas a construir eventos suicidas, lo cual hace visible la ignorancia respecto al fenómeno
y tiene como producto la reproducción de condiciones para que se sigan generando eventos
suicidas en un escenario social impregnado de exclusión y estigma, tal y como lo mencionaron las
y los jóvenes participantes:
Pero lo que esta gente no entiende es que usted lleva tanto tiempo levantándose, haciéndole
frente a sus problemas, y que ellos no entienden que hay veces que, por más, por más que
uno busque ayuda, no encuentra la ayuda adecuada. Entonces que usted básicamente se
siente solo y [breve silencio] (…) que ya llega un tiempo en que usted ya está tan cansado
de lidiar con lo mismo que la única forma que usted encuentra es como morirse, porque
no encuentra otra solución. (José, comunicación personal, 1 de julio, 2020)
Además del silencio y la soledad subjetiva, estas personas jóvenes se enfrentan a las
valoraciones sociales que hacen quienes están en su contexto inmediato, eco de la sociedad en
general, sobre todo a las especulaciones y concepciones negativas sobre la situación y las propias
personas jóvenes, como se muestra en los relatos que prosiguen a continuación:
Para ellos es huir, esa persona es muy cobarde (...) No lo alabo, pero también es una
decisión difícil de tomar. Para la gente siempre va a ser como… nunca va a ser suficiente,
o sea, "¡por eso se mató!". Entonces, para ellos ninguna razón va a ser suficiente para
justificar un suicidio. (Estrella II, comunicación personal, 14 de agosto, 2020)
Para la sociedad los que se suicidan, primero, son faltos de Dios y, segundo, son personas
cobardes. Porque la gente cree que una persona que decide suicidarse es como a la ligera.
Y no, al final -uno como persona que ha intentado suicidarse- el suicidio es la última
opción, o sea para uno es el final. Veamos a ver, aunque yo tengo muchas ideas suicidas,
no es como que yo desee matarme (…) son los peores momentos que yo he vivido, la
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situación más fea, más hostil que yo he tenido. Y para la gente es todo lo contrario, la
gente cree que quien habla del suicidio es porque quiere llamar la atención y quien lo
comete es porque es un pendejo. (Antonio, comunicación personal, 3 de julio, 2020)
Los relatos anteriores expresan y mantienen coincidencias con el siguiente, se evidencia
nuevamente que el desconocimiento y los prejuicios conllevan a comentarios y opiniones cargadas
de menosprecio e invalidación de lo que vive y siente una persona que experimenta la ideación
suicida.
Entonces, usualmente siempre se especula mucho y se tiene una connotación totalmente
negativa al respecto. También comentarios despectivos como de que las personas que los
realizan son personas cobardes, personas que no tenían la suficiente valentía para
enfrentar la realidad, enfrentar sus problemas (…) inclusive, se compara hasta con
experiencias personales sin conocer del todo las experiencias de la víctima (…) totalmente
fuera de contexto, sin conocer realmente lo que está uno pasando o lo que haya pasado y
solamente recurren a hacer comentarios despectivos o negativos. (Carlos, comunicación
personal, 17 de julio, 2020)
Los relatos anteriores están cargados de sentido por las experiencias vividas, las
coincidencias en sus narraciones aluden al contexto social compartido como escenario recursivo
de símbolos, valores y significados reproducidos en el devenir histórico de los procesos de
socialización.
Los hallazgos expuestos acentúan en el mito que define a quienes construyen un evento
suicida como personas cobardes, por huir y no resolver sus problemas, por no tener suficiente
valentía para enfrentar la realidad, por quitarse la vida a la ligera (aludiendo a los detonantes o
“causas” inmediatas); recurriendo a discursos despectivos y de carácter religioso para cuestionar
y minimizar el fenómeno y a quien lo comete.
Asimismo, se invalida la experiencia vivida, el sentir y el significado que llevan consigo,
porque nunca va a haber una razón suficiente para justificar el suicidio, especialmente cuando se
compara a la persona suicida con la realidad y vivencia de quien emite el juicio, ignorando, en este
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movimiento, las condiciones y devenir histórico de los procesos de socialización propios de cada
sujeto.
Esta situación denota que el suicidio está inserto en una trama de creencias producto de su
tiempo histórico y del enclave geográfico, así, tácitamente, está normado y siempre se marca que
el suicidio está mal, las normas, las creencias y las culturas determinan, en las condiciones que
sea, el deber de la persona de mantener la vida, tal y como lo plantea Carlos Martínez.
(comunicación personal, septiembre 2020)
El influjo de estos mitos subyace en la intersubjetividad de estas personas jóvenes, dado
que no solamente expresan los dictados de la sociedad , sino que los procesan a través de sus
experiencias y les otorgan un significado, especialmente por defender que quienes aluden a las
personas suicidas como cobardes ignoran el proceso de acumulación de experiencias y
sedimentación de sus efectos propio del fenómeno, así como desconocen sus intentos de buscar
ayuda, la sensación de soledad y lo difícil que resulta tomar la decisión de matarse,
fundamentalmente porque no se desea morir, pero simultáneamente el suicidio aparece como la
última y única solución.
Por consiguiente, resulta imperativo señalar la ambivalencia experimentada ante la
ideación suicida, precisamente porque no se busca exclusivamente la muerte, generalmente la
persona no desea morir, sino que ansía dejar de sufrir, y comunica mediante el evento suicida esa
esperanza y necesidad de acabar con el sufrimiento emocional que le acoge.
En consecuencia, catalogar a quien intenta el suicidio como una persona cobarde solamente
apunta hacia ella con una característica “negativa” de la personalidad, ignorando a la vez que es
alguien que sufre. Por otra parte, la reproducción del mito de que quien intenta el suicidio es una
persona valiente, equipara el suicidio con una cualidad “positiva” de la personalidad, dificultando
la prevención al definir la valentía como una característica imitable y deseable (Pérez, 2005).
Ambos discursos individualizan las “causas” del evento suicida al centrarse en la persona
escondiendo el proceso multideterminado que lo genera.
Asimismo, otros mitos se refieren al comportamiento de la persona que manifiesta sus
pensamientos o intenciones con respecto al suicidio, y también invalidan el esfuerzo que realiza la
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o el joven por comunicar su experiencia, especialmente cuando se dice que el evento suicida es
solo una forma de llamar la atención, una estrategia de manipulación, tal y como se ilustra a
continuación.
Y es difícil, porque la gente lo ve a uno como alguien que quiere llamar la atención, me
han dicho que estoy robando espacios en los hospitales, que si no me canso de estar
haciendo lo mismo sabiendo que no logré nada. No si lo dicen como para darme ánimos
y decir: "la próxima vez mátese de verdad" [e, se impresiona dolor, estaba llorando]. Y,
es difícil, es difícil en todo sentido, yo le dije eso: “si yo quisiera matarme maneras no me
faltan, yo podría hacerlo perfectamente”. (Estrella II, comunicación personal, 8 de julio,
2020)
La experiencia de Estrella II expone el grado de letalidad de los comentarios y mitos
reproducidos en los procesos de socialización, debido a la agresividad con la cual se cuestiona su
vivencia suicida, se invalida la esencia de la experiencia y se sanciona simbólicamente el atentado
contra su vida, al mismo tiempo que se le reta a proceder con más destructividad hacia misma,
a que la próxima vez se mate de verdad.
La situación expuesta requiere subrayar el hecho de que el método elegido para el evento
suicida no refleja los deseos de morir de quien lo utiliza, especialmente porque la persona está en
un estado de ambivalencia y vulnerabilidad psicosocial, en donde prevalecen los deseos de
autodestruirse. (Pérez, 2005)
Asimismo, es necesario indicar que el evento suicida (en cualquiera de sus momentos) es
una manifestación de las emociones y sentimientos de dolor experimentados o que viene
acumulando la persona. En este sentido, podría decirse que es un llamado de atención (y se
resignifica el sentido de la expresión más allá del mito que iguala el llamado de atención a un
intento de manipulación), porque justamente es uno de los medios para expresar lo que la persona
siente y desea solucionar, es una alternativa para poner en manifiesto de forma física y visible lo
que está vivenciando interna y emocionalmente: el sufrimiento emocional que genera un estado
ambivalente y confuso entre el deseo de morir y dejar de vivir de la forma en que está viviendo.
De esta manera, se rescata la metáfora expuesta por Vanesa Bristritsky (comunicación personal,
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octubre 2020) según la cual el suicidio y las autolesiones son una forma de drenar el dolor, son
una forma de comunicar, de evidenciar a través del cuerpo y ante los ojos de las demás personas
el sufrimiento interno.
Según refiere Rocamora (2013), la llamada de socorro es una de las actitudes y
significaciones más frecuentes de una persona que construye un evento suicida, este último es
entendido como un grito en el desierto (desierto de la propia soledad y desesperación) que anhela
sentir el auxilio de otro ser humano. Ese auxilio, en primera instancia, consiste en la escucha,
porque lo que la persona desea es hablar y ser escuchada, no juzgada, no cuestionada, no desea ser
invalidada.
Por otra parte, hay mitos que reducen la experiencia suicida al padecimiento de trastornos
mentales, invisibilizando el carácter relacional del que emerge el fenómeno e individualizando las
“causas” o “justificaciones” del mismo, mito que fue señalado por las y los jóvenes participantes:
Yo siempre me he sentido como muy abierto a expresar y a conversar esto, porque no
siento que sea algo que tenga que ocultar, tal vez porque biológicamente uno sabe que la
depresión es un desequilibrio de sustancias a nivel del sistema nervioso central, entonces
no es como que uno se tenga que sentir avergonzado por sentirse deprimido, porque es
como que usted se sienta mal porque sea diabética, que sea diabética es como: “piense
que va a dejar de ser diabética y deja de serlo”. No funciona así. La gente cree que todas
las enfermedades mentales son porque usted es muy débil mentalmente o porque usted
tiene una mala actitud ante la vida y que deja que las cosas le afecten demasiado. (Carlos,
comunicación personal, 29 de junio, 2020)
La postura y vivencia de Carlos es complementada por Estrella II en su relato, al decir que:
Entonces, para la gente todavía sigue siendo como un tema tabú que nadie quiere tocar,
que nadie quiere hablar, que nadie quiere admitir, que nadie ha tenido ideaciones suicidas,
pero, es algo que se tiene que aceptar, o sea, cualquier persona puede tener ideaciones
suicidas tenga un tratamiento psiquiátrico o no. (Estrella II, comunicación personal, 14 de
agosto, 2020)
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Los relatos anteriores reiteran el tabú en torno a la salud mental, los trastornos mentales y
el suicidio, aunado al énfasis que liga directamente a estos últimos en una relación causa-efecto.
Carlos expone, desde su experiencia, la creencia común de que los trastornos mentales son
padecidos por personas débiles o que tienen una mala actitud ante la vida. Esta situación produce
que muchas personas, especialmente los hombres (por las exigencias de fortaleza como un atributo
intrínseco de la masculinidad hegemónica en una sociedad patriarcal), no acudan a consultas por
temas como la depresión, debido al machismo y el estigma asociado a la salud mental.
En este mismo orden de ideas, se hace visible la contradicción con la cual la sociedad
entiende y manipula la depresión, por un lado, se dice que la depresión es una cuestión de actitud
que se puede controlar intencionalmente y sin ningún filtro neurobioquímico de por medio y, por
otro, es únicamente a ese desbalance neurobioquímico al que se le otorga la responsabilidad y
justificación ante un evento suicida. Empero, socialmente se sigue siendo consecuente, desde los
mitos, es en la individualización de las “causas” que detonan al suicidio. En todo caso, se
invisibiliza el suicidio como emergente relacional y, además, hunde e ignora la génesis psicosocial
de la depresión clínica asociada a experiencias significativas de los procesos de socialización.
Es menester tener claridad que el comportamiento suicida puede ser indicador de una
infelicidad profunda, pero no necesariamente es sinónimo o reflejo de un trastorno mental.
Inclusive, es importante indicar que muchas personas con trastornos mentales no se ven afectadas
por eventos suicidas, y no todas las personas que mueren por suicidio padecen un trastorno mental.
Aunque la depresión clínica aparece como uno de los diagnósticos más frecuentes en personas con
pensamientos suicidas (OPS, 2018), esta experiencia no puede limitarse únicamente a dicha
condición. Las ideaciones o intento de suicidio no se explican exclusivamente por un trastorno,
sino que también se debe tener presente la exclusión y el estigma de que son objeto las personas a
raíz de ese padecimiento. (Jaime Carmona, comunicación personal, septiembre 2020)
Es precisamente la exclusión y el estigma producidos en las relaciones sociales y
reproducidos en la historicidad de los procesos de socialización que se asignan y se asumen roles
suicidógenos, permitiendo comprender desde esa perspectiva relacional que cualquier persona
puede tener ideaciones suicidas tenga un diagnóstico psiquiátrico o no.
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Asimismo, socialmente se divulga el mito de que el suicidio está particularmente ligado a
la pobreza, son las personas pobres o en apuros socioeconómicos quienes atentan contra su vida
como una forma de escapar ante situaciones como deudas o desempleo, por ejemplo. Un breve
acercamiento a esta creencia fue realizado por Antonio en su participación:
La primera vez que yo reaccioné que yo tenía un problema… no si has escuchado hablar
de Linkin Park, fijo sí, el vocalista de ellos se suicidó. Entonces, cuando él falleció, yo
empecé a tener miedo de terminar como él. Entonces, eso me empezó a poner a la
espinita y la espinita, hasta cuando mi sobrino murió… Yo, antes de que él muriera yo ya
sabía que yo algo tenía, porque yo me sentía muy identificado con Chester Bennington,
pero di no le presté atención y, diay, vamos a ver Chester Bennington tenía más plata de
la que vamos a tener usted y yo juntos en toda nuestra vida, aunque nos saquemos la
lotería, digamos, o sea el suicidio no es exclusivo de la pobreza. (Antonio, comunicación
personal, 3 de julio, 2020)
El relato de Antonio comparte un ejemplo que contrasta con el criterio del suicidio como
un atributo de la clase social (Pérez, 2005), mito que reduce la complejidad del fenómeno a un
único determinante económico en un grupo social específico, y en su movimiento invisibiliza las
relaciones sociales y condiciones de vida particularizadas por la posición en la jerarquía de clase;
aunado a la intersección con otros factores socioculturales, históricos, políticos, geográficos, y
demás.
En este sentido, la claridad de que el evento suicida es una causa democrática de muerte
(Pérez, 2005), puede suceder a cualquier persona indistintamente de su condición socioeconómica,
permite tener presente que el suicidio no es exclusivo de la pobreza, así como tampoco es exclusivo
a un género o clase etaria; es un fenómeno social que debe ser analizado desde su complejidad y
variedad de determinantes sin reducir su explicación a uno de ellos como una causa” única y
absoluta.
Por otra parte, no se puede desaprovechar la oportunidad de exponer la creencia sostenida
que los medios de comunicación social y las redes sociales no inciden en el despliegue del suicidio,
especialmente por la experiencia compartida en el relato de Antonio.
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Durkheim (2015) expresa que no hay hecho tan fácilmente transmisible por el medio de la
sugestión como el suicidio, de ahí el imperativo de tener especial cuidado con el tratamiento de la
información producida y transmitida a través de medios de comunicación y redes sociales o
comunidades virtuales, ya que esto puede fácilmente afectar a personas en una situación
vulnerable, tal y como lo mencionó el joven participante con el caso del vocalista de Linkin Park.
Desde la suicidología se defiende la postura según la cual todo lo que pasa en la sociedad
afecta a sus sujetos y viceversa, por lo que el suicidio de una persona conmueve e interpela, habla
de quienes pertenecen a esa comunidad. Esta forma de comprenderlo hace alusión a la concepción
psicosocial de la subjetividad y el suicidio en concatenación con los factores sociales, pues de
manera consciente o no, todo lo que ocurre en la comunidad de pertenencia se replica en el interior
de cada ser humano, al ser procesado por la subjetividad de cada quien, lo cual puede desencadenar
o activar las propias ideaciones suicidas. (Jaime Carmona, comunicación personal, septiembre
2020)
En este sentido, es de valía hacer alusión al carácter contagioso del suicidio, el cual se
presenta cuando se da un manejo inadecuado a las noticias sobre suicidios en medios de
comunicación y redes sociales o comunidades virtuales, sobre todo cuando se trata del caso de una
figura pública; según explica Jaime Carmona (comunicación personal, septiembre 2020) este
riesgo de contagio se da, principalmente, por dos factores: la idealización y la sugestionabilidad.
Es decir, la influencia de quien consumó el acto suicida en la persona que conoce la noticia depende
de la idealización de la persona fallecida por parte de quien le sobrevive, así como por el grado de
sugestionabilidad, pues entre más sugestionable, receptiva o identificada sea la persona, más
expuesta está a ser influenciada por el evento y posee un factor de riesgo especial en relación con
el fenómeno. Este mismo efecto es explicado por Carlos Martínez (comunicación personal,
octubre 2020) como una infección psíquica, conocido socialmente como efecto Werther cuando
se imita el suicidio.
En consecuencia, es importante reiterar y tener claridad en que el evento suicida en
mismo no contagia, sino lo que ese evento representa para la persona a partir de lo que identifica
de misma en él. De ahí el imperativo con hacer un manejo y comunicación adecuada de los
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eventos suicidas acontecidos en el devenir cotidiano, especialmente cuando estos tratan de una
figura pública
2
.
A modo de presentar cómo los símbolos, valores y normas con respecto al suicidio
transmitidos en los procesos de socialización inciden en la elaboración subjetiva de significados
en torno a la experiencia suicida, a continuación, se hace un breve acercamiento a los significados
construidos y reconstruidos a partir de la vivencia de la ideación suicida.
2. Resignificación del suicidio desde la experiencia de ideación suicida en jóvenes
Según los hallazgos de la investigación, para las y los jóvenes participantes, el suicidio
significa un descanso de lo que duele, de lo que creen no tiene solución; es un medio para dejar de
sufrir en un momento de crisis. Ese dolor está asociado con un desgaste emocional y espiritual
que lleva años evolucionando, es un sentimiento de no querer existir, a la vez se tiene la creencia
de ser la única persona que lo vive. El suicidio parece ser la última opción posible para dar fin a
los problemas y acabar con un sentimiento de soledad y vacío, sin embargo, en esos momentos no
se considera que también se va acabar con la vida.
El suicidio significa una salida, un escape, un último grito, un grito que evidencia la
necesidad de ayuda. Se cree que la solución a lo que se vive y siente no aparece en ningún otro
lugar que no sea el suicidio. Para algunos no es un escape, pero siempre es una decisión difícil,
no es la primera opción: es un acto desesperado tras intentarlo todo y no encontrar ayuda, es una
manera de buscar paz y a la vez, el intento, es el infierno más fuerte.
Para dos jóvenes, el suicidio está relacionado con, o explicado por, el padecimiento de
alguna enfermedad mental, generalmente la depresión; para otros, fue reiterativo aclarar y subrayar
que cualquier persona puede vivir esta situación, no depende de un diagnóstico psiquiátrico y el
suicidio no es exclusivo de quienes viven en condición de pobreza. Ellas y ellos reconocen la
complejidad del suicidio y la necesidad de reconocer la situación por la que atraviesa la persona,
2
La OMS y OPS cuentan con guías para profesionales de los medios de comunicación para la prevención del
suicidio, que pueden ser consultadas en OPS/OMS | Cambiando la cobertura periodística del suicidio en América
Latina y el Caribe (paho.org)
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pero sobre todo lo que esa persona siente al vivenciar la ideación suicida. Tal y como lo expresa
Estrella I en el siguiente relato:
Es que como le dije, es complejo, no puedo decir que es como las demás [personas opinan],
que es por valiente o por maricón o maricona, que… porque no sabe llevar las cosas,
porque habría que ver qué le está pasando o qué es, no tanto qué le está pasando, sino qué
está sintiendo. (Estrella I, comunicación personal, 16 de julio, 2020)
Dar apertura a los sentires vividos y acumulados en el devenir del proceso suicida en lugar
de centrarse únicamente en el análisis superficial de hechos o eventos inmediatos asociados a una
crisis es lo que permite ahondar en la comprensión de las experiencias y significados, en la esencia
del fenómeno a través de la subjetividad y la complejidad del devenir histórico de los procesos de
socialización.
Además, la comprensión del suicidio como proceso de evolución y acumulación gestado
en el devenir cotidiano evidencia que no es provocado por las grandes cosas, sino que es un
corolario de vivencias y eventos (Carlos Martínez, comunicación personal, octubre 2020)
alrededor de los cuales las y los jóvenes han elaborado significados y exacerbado sentimientos de
soledad, sufrimiento emocional y ambivalencia por la vida, por lo que se vive durante mucho
tiempo, tal y como expresan los siguientes relatos:
Porque usualmente no es algo tan agudo, es algo como muy crónico, que lleva muchos
años, mucho tiempo evolucionando. Que quizá lleva mucho tiempo luchando con lo mismo
constantemente y eso le genera un desgaste emocional y un desgaste espiritual bastante
considerable, y llegó un punto de quiebre donde ya se queda como sin “reservas”
emocionales -por decirlo de alguna forma- ya no tiene, ya no siente tan fuertes los apoyos
que le permitían evitar que intentara o consumara… y, finalmente, lo termina por realizar
porque dentro de su situación no encontró una mejor salida o sintió que ya no tenía sentido
y, sencillamente, ya no quería continuar. (Carlos, comunicación personal, 17 de julio,
2020)
La vivencia del dolor, los sentimientos que experimentan, la conciencia de lo que vivencian
y la búsqueda de apoyo se refleja en el siguiente relato.
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Yo diría que es la única manera en que las personas encuentran de huir del dolor que
sienten en esa etapa de su vida. O sea, que es el dolor tan grande (…) Pero, todo lo
describimos como un dolor en el espíritu, como que usted es un cuerpo, pero su espíritu
está quebrado. Y que la única solución que usted encuentra como para esa sanación
espiritual es el suicidio. Porque, bueno, en mi caso no encontré una ayuda que se adecuara
a mí, no me encontraba como espacios en los que yo pudiera hablar de mis sentimientos y
que se me entendiera de lo que estaba hablando, que me identificara con la persona con
la que estaba hablando. Es una soledad que usted siente, como que usted es el único a
pesar de que usted sabe que no- es el único que está pasando por eso. Y que tiene hasta
miedo de hablarlo por la manera en que lo puedan ver sus, diay, sus seres queridos. (José,
comunicación personal, 1 de julio, 2020)
A través de los relatos anteriores, los jóvenes explican el despliegue y evolución de la
ideación suicida como un proceso de acumulación en el cual se buscaron alternativas y
acompañamientos, donde se recurrió a recursos internos para tener la fortaleza emocional y
espiritual para superar las dificultades, pero no se logró conseguir esa entereza debido,
propiamente, al desgaste emocional. En este proceso se llega a un punto de quiebre donde la
persona se queda sin reservas emocionales, y dentro de esa situación no se encuentra otra mejor
salida que el suicidio. El suicidio, en estas circunstancias, aparece como la única manera de huir
al dolor del espíritu, este espíritu está quebrado y el suicidio se muestra como la alternativa de
sanación.
Esta postura, en su movimiento interno, hace referencia a la soledad vivida en la
experiencia de ideación suicida, soledad que no es parte de la naturaleza del fenómeno cuando se
estudia en su dimensión social-, sino que es producto y manifestación de la exclusión a la cual es
relegada la persona.
Muestra de la posición excluyente y del carácter relacional dentro de la cual se vive la
experiencia, es que se busque y rebusque ayuda y esta no sea encontrada, la ausencia de un espacio
dentro de la red vincular de relaciones para hablar, ser escuchado y comprendido, ahí la sensación
de soledad llega hasta el punto de hacer creer que se es la única persona que está teniendo este
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tipo de experiencia, lo cual se vincula con el silenciamiento social del fenómeno en los diversos
espacios de socialización.
Aunado a ello se debe tener en cuenta que, tal y como lo señalaron los jóvenes participantes
a partir de sus experiencias, para la aparición de una crisis suicida hay otra serie de crisis que se
vienen dando durante el tiempo y se vienen resolviendo inadecuadamente, lo cual hace que la
persona esté en ese nivel de riesgo (Carlos Martínez, comunicación personal, octubre 2020). Este
aspecto, es reiterado y ahondado en las narraciones siguientes:
Entonces es como, como, no es la primera opción realmente, es como la opción ya que
usted dice: ok, nada ha funcionado”. Y lo vería, es como un acto desesperado donde
usted dice: ¡ya, todo lo intenté y nada funcionó, o sea, ya estoy harta!”. Usualmente uno
trata de ser positivo y uno dice: “ok, busco esta solución, esta solución”, pero si eso no le
sirve ya uno se frustra y llega al punto en el que usted dice: “ya intenté todo, ¿qué me
queda por intentar?”. Entonces, ya es cuando usted llega al punto en que usted dice:
“suena bien, el suicidio suena bien”. (Estrella II, comunicación personal, 14 de agosto,
2020)
La experiencia de Estrella II se complementa y trasciende desde la perspectiva de Shanty,
quien también coloca una reflexión sobre el suicidio como una alternativa ante el dolor vivido y
como parte de experimentar un conjunto de crisis que pareciera insostenible.
Para mí el suicidio es como un descansar de todas las cosas que a veces nos duelen y que
creemos que no tenemos solución, pero ya viéndolo positivamente, creo que, son como
crisis nada más. Opino que es como dejar de sufrir todo lo que ha ido pasando. (Shanty,
comunicación personal, 12 de julio, 2020)
Los relatos de estas mujeres jóvenes reiteran que el suicidio no es la primera opción, sino
es la última alternativa, aparece ante la desesperación y desesperanza de reconocer que las
soluciones anteriores no funcionaron. Con el afán de descansar de las cosas que duelen y con la
esperanza de buscar paz, de liberarse del dolor, el suicidio aparece no como un escape, pero
como la manera de solucionar el sentir ante la experiencia vivida.
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Durante la crisis se buscan soluciones, se hace un inventario y se sopesan las posibles
alternativas para identificar la posibilidad de producir algún cambio, y con ello disminuir el dolor.
En este proceso aparecen los pensamientos sobre la muerte como una posible solución, y las otras
opciones parecen ineficientes para reducir la intensidad de la crisis (Bouchard, 2006). Esta actitud
se vuelve comprensible cuando se reconoce que el objetivo último del evento suicida es producir
un cambio, tanto en mismo como en el entorno. Los esfuerzos y la esperanza se centran en lo
que se desea adquirir: tranquilidad, paz, liberación del sufrimiento, sensación de bienestar.
El evento suicida es como el último grito, un grito a la sociedad que intenta decir: “¿ves?
Yo sí ocupaba ayuda”, expresando así el carácter relacional del evento suicida tanto en la génesis
como en la resolución de la crisis. Este grito es una forma de comunicar que ya no se desea vivir
más de la forma en la cual se está viviendo, no necesariamente implica morir.
Yo creo que en la mente de uno es el final de los problemas, de todo, de que voy a dejar de
sufrir y al final es ambos, o sea como te digo, cuando yo lo pienso ni siquiera yo recuerdo
haber pensado en que voy a morir, pues sí, pero, pero lo que piensa uno es en que lo que
se van a acabar son los problemas. Ese sentimiento de vacío se va acabar, nunca lo pensé,
nunca lo vi de forma en que iba acabar con mi vida también. Puede sonar muy lógico,
pero, pero, di, yo creo que al menos yo nunca lo pensé, que no solo iba acabar con mis
problemas, sino que también iba acabar con las cosas bonitas (…) Y cuando uno está
pensando, tiene una idea suicida y cree que el suicidio es la solución no piensa en eso, en
que se va acabar la vida. (Antonio, comunicación personal, 3 de julio, 2020)
La experiencia de Antonio ilustra cómo se manifiesta la dialéctica suicida, en la ideación
se identifica al suicidio como la solución y final de los problemas, el suicidio expresa el medio a
través del cual se va a dejar de sufrir: se va a acabar el sentimiento de vacío y la sensación tan fea
de sentirse deprimido y hundido; se ignora que con morir no solamente se acaba con los
problemas, sino que también con las cosas bonitas, se acaba con la vida. En este sentido,
Rocamora (2013) refiere que la dialéctica suicida expresa el objetivo de matarse, pero también de
vivir de otra manera; el deseo es de liberarse, cambiar, de vivir. Lo cual denota que un abordaje
sensible del fenómeno puede ofrecerle a la persona diversos recursos psicosociales para gestionar
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y transcender el sufrimiento subjetivo y a la vez afrontar situaciones sociales percibidas como
difíciles.
El suicidio es una experiencia cuyo significado puede ser ambivalente al contener niveles
fluctuantes de esperanza y desesperanza, porque representa la esperanza o promesa última de
acabar con el sufrimiento tras un proceso complejo en el cual los frutos de otras decisiones, o la
visión de otras alternativas, han sido insuficientes para resolver o acabar con “esto” que genera
dolor emocional.
En la ideación suicida reside la opción última y definitiva de acabar con el estado de
sufrimiento que apremia a la persona. El evento suicida (en tanto intento o hecho consumado) es
el corolario de un complejo proceso de sedimentación de experiencias vitales que representan
dolor, sufrimiento, desesperanza y asfixia en quien las vive. Los efectos de estas experiencias
están condicionados por el entrelazamiento de diversos componentes subjetivos, socioculturales,
históricos, económicos y biológicos que se entretejen en los procesos de socialización de la vida
cotidiana.
CONCLUSIONES
A este punto se ha hecho evidente el relato y significado compartido que expresa que, en
la experiencia de ideación suicida, el suicidio se construye como una solución, como la alternativa
última para solucionar el cúmulo de situaciones y detener el dolor emocional que les hunde y
consume en su devenir cotidiano.
En síntesis, las experiencias de ideación suicida vivenciadas por las y los jóvenes
participantes expresan como características comunes que el propósito ante la crisis es buscar una
solución y el estímulo inmediato de los pensamientos suicidas es el dolor emocional incesante y
acumulado; la emoción común es la desesperanza y el estado cognitivo la ambivalencia; el acto
interpersonal común es la comunicación (Shneidman, 1982, citado en Rocamora, 2013) del deseo
de no vivir más así, de la forma en la que se está sobreviviendo.
La ideación suicida como proceso subjetivo es una experiencia de vida que resulta
particular en cada joven, al poner de manifiesto la conjugación de condiciones que resultan en una
significación única según quien lo vive y, a su vez, contiene matices coincidentes de determinantes
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socioculturales generales del contexto geográfico e histórico en el cual se encuentra que son
producidos y sostenidos a través de los procesos de socialización.
Estos procesos de socialización se desarrollan mediante el papel de las relaciones
familiares, escolares, laborales, de pareja y las creencias religiosas. Por consiguiente, dichos
agentes interpretan un papel determinante y ambivalente en el empuje al suicidio, así como en la
afirmación a la vida.
La ambivalencia es una característica de la experiencia suicida, tanto en las relaciones
sociales en torno a ella, así como en la subjetividad de quien la vive. En las y los jóvenes se
expresa en la dialéctica de la determinación por el suicidio como un medio o solución que aparenta
prometer dejar de vivir bajo las condiciones insatisfactorias y opresoras en las que se está
sobreviviendo, para vivir de otra manera.
Vivir de otra manera implica cambios en la red vincular de relaciones, la afirmación por la
vida demuestra que la experiencia suicida es un fenómeno que se elabora y vivencia de forma
relacional en la cotidianidad, por lo cual no son necesariamente las grandes cosas las que conectan
con el sentido y motivación por vivir. Asimismo, no son los grandes hitos los que tienen un empuje
inmediato y mecánico al suicidio, este es un fenómeno gestado de manera histórica en los procesos
de socialización.
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